PREFIERO QUE ME QUITE EL SUEÑO GOYA A QUE LO HAGA CUALQUIER HIJO DE PUTA
A partir de la súbita toma de conciencia acerca de la situación del personaje que narra, y a partir de su decisión de invertir todo los ahorros de su vida en la ida al Museo del Prado en Madrid a ver las pinturas negras de Goya y contratar al filósofo alemán Peter Sloterdijk para que le dé su visión del mundo, el intérprete nos sumerge en su universo caótico y despiadado a través de la provocación y el lenguaje afilado, en la que da cuenta del estado del mundo de una manera implacable, y en donde los principales tópicos son lo familiar, el sinsentido del consumo compulsivo, el reemplazo de un imaginario auténtico por uno globalizado y mercantilizado, los valores éticos y los valores simbólicos. Resulta incomprensible que un autor argentino de la magnitud de Rodrigo García haya permanecido ignorado en nuestro país durante casi veinte años, cuando es considerado tanto en Europa como en Latinoamérica uno de los más notables dramaturgos del comienzo de siglo. La propuesta de montar este espectáculo (primera parte de una trilogía de obras de R. García), tiene que ver con la voluntad de recuperar a un autor incómodo que escribe y hace teatro como un argentino, si bien está radicado en Europa desde hace más de dos décadas. En la escena de "Prefiero que me quite el sueño goya a que lo haga cualquier hijo de puta" el mismo director es el intérprete de la obra, en la que interactúa con una serie de proyecciones de imágenes del trabajo visual de los hermanos Chapman, “Insult to injury” (Para colmo de males), en donde las aguafuertes de Goya de “Los desastres de la guerra” son intervenidas con payasos o personajes prototípicos de Disney como Mickey Mouse o el Pato Donald, todo en un ambiente con una especie de tufillo zoológico en donde el intérprete está disfrazado de mono al principio, para luego ir mutando a otros tipos de animales–gallina emplumada y finalmente ratón Mickey-, conviviendo con animales vivos y embalsamados y comiendo comida para perros, para relatar su peripecia en primera persona. Dicha peripecia es una ácida crítica a la banalidad de la sociedad contemporánea.