MEDEA MEDITATIVA
Infanticida, hechicera y maldita, Medea aniquila en la tragedia de Séneca la institución del matrimonio y el legado de la maternidad. En El origen de la danza, Pascal Quignard señala el vaivén del destino de Medea que oscila entre quien tiene el único poder de reproducir la sociedad humana -el nacimiento, el tiempo, el sol, la fecundidad de la vida- y quien tiene a la vez el poder de la destrucción, la muerte, el abandono.
El mito de la mujer-madre que al mismo tiempo protege y envenena es el punto de tracción del ensayo de Quignard para imaginar también las fronteras entre el mundo del adentro -ese que remite a una danza amniótica, una primera existencia muda en el vientre materno- y el mundo del afuera -abierto a la falta, al desmayo, a la intemperie y, siempre, a la muerte-. La danza marcaría, entonces, la primera instancia de pasaje de la noche al día, de la oscuridad a la luz, de la mudez al lenguaje. Quignard parece decirnos: la separación de los hijos de Medea no adviene con la muerte sino, justamente, con la vida, en el instante en que son arrojados a la tierra, lejos del universo líquido en el que bailaban.
En Medea Meditativa Emilio García Wehbi indaga las relaciones entre la tragedia griega y el teatro contemporáneo, a través de una reactivación escénica del mito de Medea, la Madre que tiene el goce y el poder de hacer "aparecer y desaparecer todo".