MÁQUINA HAMLET
Estrenada en 1995 en Buenos Aires, Máquina Hamlet, de Heiner Müller, le permite a El Periférico de Objetos acceder a los escenarios internacionales. La propuesta de la obra surge a partir del deseo de poner en escena un clásico (Hamlet) “de manera periférica”, y Müller, sin conocer la necesidad del grupo, ya ha escrito ese texto: Máquina Hamlet , que construye desde lo textual el andamiaje necesario para que a través de la escena se hable de temas nucleares del grupo. El Periférico de Objetos crea con la obra de Müller uno de los espectáculos más radicales y revulsivos de la escena argentina. En Máquina Hamlet se pasa del retablo al escenario, se abandonan los muñecos característicos del grupo para presentar otra escala: es el turno del antropomorfismo. Los objetos tienen aquí la estatura de los hombres, y la dialéctica encuentra un nuevo pliegue. La primer escena del espectáculo presenta una imagen fija en donde los actores se encuentran mezclados con los muñecos que llevan sus rasgos y sus ropas: son lo mismo: idénticas facciones, idénticas medidas. ¿Cuál es el límite entre el objeto y el sujeto? Parece no haber borde entre ambos. Un muñeco es descuartizado y exhibido como objeto de arte, varios muñecos son apaleados y castigados hasta la muerte. Pero nada puede dar cuenta de que los castigados y los descuartizados sean objetos. El límite se borra y de esta manera el espectáculo desata una violencia escénica sin precedentes: asistimos a la muerte reiterada de sujetos a manos de objetos y somos testigos en la escena final (donde, por una aceitada puesta en abismo, se incendia el teatro) a la destrucción del género humano: única salida posible del laberinto. Mientras tanto Hamlet (el artista, el pensador, la máquina) observa todo desde la impecabilidad de su traje negro. El artista, el intelectual, dice Müller, tiene el privilegio del asco. Y El Periférico de Objetos asume ese privilegio para hablar de su creación. Transforma este espectáculo en declaración de principios: ya no asistimos a una ficción, sino que la ficción cede su espacio al discurso autorreferencial para así dar cuenta de la situación del arte. El grupo se coloca así, en el centro de la discusión política.