EL MATADERO (SLAUGHTERHOUSE)
El Matadero es una experiencia teatral que bordea los límites del género, allí donde se cruzan las artes visuales (la performance, la instalación y el body art), la música, la poesía y el teatro. El espectáculo toma como punto de partida una brevísima experiencia política de los años `70: la del grupo SPK (Socialistisches Patientien Kollectiv - Colectivo de Pacientes Socialistas), que bajo la dirección del psiquiatra alemán Wolfgang Huber de la universidad de Heidelberg, y teniendo como integrantes mayoritariamente a pacientes y estudiantes, toma las armas para declararle la guerra al capitalismo, considerando que las enfermedades de la mente son producto del sistema y que su cura solo es posible a través de la revolución; postura compartida por la mayoría de las corrientes llamadas antipsiquiátricas de la época. La performance genera una tensión disruptiva entre las nociones de bien y mal, salud y enfermedad, normalidad y anormalidad, y belleza y fealdad; tomando como fuente o disparadores a artistas de diferentes disciplinas que, o bien han transitado la enfermedad psíquica ellos mismos (Artaud, Celan, Walser, etc.), o bien la han tematizado desde su propio quehacer artístico (Helnwein, Büchner, Burton,Viel Témperley, Rilke, etc). El Matadero propone, desde lo conceptual y desde lo formal, una experiencia performática que borra los límites entre público y obra, y entre presentación y representación, ahí donde la vida se cruza con el arte, o el arte con la vida. El sistema estético del espectáculo puede ser catalogado de “antiteatral”: El Matadero apela a la presentación, y por lo tanto sus rizomas se ramifican hacia el puro devenir. Mientras el teatro es la supresión o a lo sumo la representación de la utopía, la performance es su recuperación. Es que la performance se inscribe en el futuro: ES imprevisible. El teatro, en cambio, finge un tiempo presente, pero su raíz (el ensayo) se afirma en el pasado: es predecible. En El Matadero so se sabe lo que va a suceder: es una apuesta a reivindicar aspectos corporales originarios del teatro, a arriesgarse a la improvisación y a inquietar y provocar al espectador, que se ve comprometido con el desarrollo dramático, interviniendo casi como un personaje más.