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ATLAS PROVISORIO DE BUENAVENTURA

Atlas Provisorio de Buenaventura, trabajo de investigación y experimentación del Laboratorio de Proyectos de Estudiantes de la Maestría Interdisciplinar en Teatros y Artes Vivas de la Universidad Nacional de Colombia llevado a cabo el 4 y 5 de Junio de 2016 en la costa del Pacífico colombiano, específcamente en el puerto de Buenaventura, Colombia, en el marco de Experimenta Sur.
En dicha experiencia se fusionaron varias disciplinas artísticas: performance, land art y literatura expandida.

ATLAS PROVISORIO DE BUENAVENTURA.
(Texto colectivo escrito por Juan Carlos Angulo, Dalia Alava, Francisco Arrieta, Jhonatan Cárdenas, Angie Cardona, Ania Carrillo, Jhonnie Castillo, Tatianna Castillo, Catalina Contreras, Paola Correa, Alejandro Díaz, Melissa Durango Góngora, Emilio García Wehbi, Emmanuel González Quintero, Christian Guerrero, Angela Marciales, Oscar Orjuela, Ivone Peña, Tatiana Pastrana, Alejandro Penagos, Bárbara Pohlenz, Irene Rodríguez, María Rojas, Tatiana Ugalde, Javier Vaquero).

Se incluyen citas de Dante Alighieri, Basho, Stéphane Mallarmé, Fernando Pessoa, Marcel Proust, Rainer Maria Rilke.


"En la noche terrible, sustancia natural de todas las noches,
en la noche de insomnio, sustancia natural de todas mis noches,
recuerdo, velando en modorra incómoda,
recuerdo lo que hice y lo que podía haber hecho en la vida.
Recuerdo, y una angustia
se derrama por mí como un frío del cuerpo o un miedo.
Lo irreparable de mi pasado: ¡ése es el cadáver!
Todos los otros cadáveres quizá sean ilusiones.
Todos los muertos quizá estén vivos en otra parte,
todos mis propios momentos pasados quizá existan por ahí,
en la ilusión del espacio y del tiempo,
en la falsedad del devenir.
Pero lo que yo no fui, lo que yo no hice, lo que ni siquiera soñé;
lo que sólo ahora veo que debería haber hecho,
lo que sólo ahora claramente veo que debería haber sido…
Es lo que está muerto más allá de todos los Dioses,
eso –y fue al fin lo mejor de mí– es lo que ni los Dioses hacen vivir…
Si a cierta altura
hubiese doblado hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha;
si a cierta altura
hubiese dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí;
si en cierta conversación
hubiese tenido las frases que sólo ahora, en el entresueño, elaboro…
Si todo eso hubiese sido así,
sería otro hoy, y tal vez el universo entero
sería llevado insensiblemente a ser otro también.
Pero no doblé hacia el lado irreparablemente perdido,
no doblé ni pensé doblar, y sólo ahora lo percibo;
pero no dije no o no dije sí, y sólo ahora veo lo que no dije;
pero las frases que faltó decir en ese momento me surgen todas,
claras, inevitables, naturales,
la conversación cerrada concluyente,
la materia toda resuelta…
Pero sólo ahora lo que nunca fue, ni será hacia atrás, me duele.
Lo que de veras fallé no tiene ninguna esperanza
en ningún sistema metafísico.
Puede ser que para otro mundo pueda llevar lo que soñé,
¿pero podré llevar para otro mundo lo que me olvidé de soñar?
Esos sí, los sueños por tener, son el cadáver.
Lo entierro en mi corazón para siempre, para todo el tiempo, para todos los universos.
En esta noche donde no duermo, y el sosiego me cerca
como una verdad de la que no participo,
y allá fuera la luna, como la esperanza que no tengo, es invisible para mí.

Dante está en Buenaventura: a mayor presión atmosférica, menor presión arterial. Mi ritmo se dilata, el tiempo se hace más denso y mi cuerpo se ralentiza. El lugar me arropa. Todo huele mal pero los sabores son deliciosos, la relación olor sabor se quiebra. El agua es un sonido constante, en los truenos, en los tejados, en el suelo, la ducha, la cisterna; está en el mar y se convierte en terapéutico. El sonido de las olas es el sonido del vidrio molido. Me gusta el vidrio molido porque parecen joyas perdidas y peligrosas. No te puedes meter al mar de los peligros. Nadie quiere ser turista aquí. Ve, corre, huye, sal de ahí. Vidrios, faro, lluvia, San Yu, ciempiés, el restaurante de la hija de Nelson. ¿Cómo putas hacen para no caerse? Si los habitantes de San Yu tuvieran cien pies, ¿huirían tan rápido de ese lugar como nosotros pensamos? Lo dudo. Por muchos motivos. Barrio levantado sobre la basura, agua arriba, agua abajo, agua todo, agua que se escurre por laberintos de olores, de colores, de gritos, de sabores. Hay menos basura que desorden, menos frío que lluvia. Son muchos desperdicios pero no apestan, no huele a podrido.
Los cuerpos robustos y elevados de largas patas se alzan sobre el fango hechos de fango. Como aves zancudas, palitos y cuerpos morenos clavados en el límite de la ciudad. Olvido que estoy aquí y la lluvia me despierta. Me gusta poder andar sin chaqueta cuando está lloviendo; es tan contradictorio, el agua moja pero no hace frío. Llevar la piel mojada siempre me obliga a olvidar su incomodidad. Agradezco a la lluvia porque la caminata con sol de medio día habría sido insoportable. Mi cuerpo mojado, mi cuerpo enojado.
El tiempo en el espacio de La Galería es un tiempo detenido, no corre, es un letargo, es marea, es mercado, es comida, es música, es caos, es sabor, es dinero, es muerte, cadáveres entre mujeres, el cadáver cae al piso, caigo yo. Quiero ponerme los pescados encima, esa cosa viscosa, pescado negro afrodisíaco. Oler el pescado y oler a pescado, detener el tiempo en ese espacio junto con todos los mariscos y mezclarlo todo.
Constante chapoteo, las imágenes chapotean, bochorno sensorial. Sobre las aceras muchos puestos de comida, tiendas de todo tipo, hombres hermosos salen a observar nuestras rarezas, pasmados, mirándome desfilar. -¿Y este quién es?-, murmuran dejando asomar sus dientes blancos, marfiles sagrados, de entre sus bocas oscuras.
Cuerpos que me excitan, cuerpos que deseo tocar. Estoy borracho de comida. Es inolvidable aún puedo saborearlo en mi paladar. El olor a pescado al entrar en la panza.
¿Dónde está Buenaventura? Hay un gris de fondo como telón infinito.
El mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar, el mar,
el mar, el mar ¿está vivo?
¿Estoy encerrado en mi propia topografía, una ciudadela que me protege del peligro? Hoy mis coordenadas son latitud norte, 3 grados 53 minutos 23 segundos, longitud oeste 77 grados, cuatro minutos, 23 segundos, y una altura aproximada de 3 metros sobre el nivel del mar. ¿Peligro? ¿Dónde está el peligro? ¿Será que el peligro habita en mí? ¿Qué la idea de peligro es mi propia carcelera?
Siento la tranquilidad, el arrullo del viento, el mecer del agua. Van a hacer un gran muelle, va haber trabajo, va a estar todo más tranquilo… ¿Llegarán mis hijos a verlo?
Edificaciones olvidadas, en ellas se ve el tiempo de la ciudad. El reloj es un moho verde que marca las horas, los minutos y los segundos en una constante expansión de colores. Las palabras conocidas no son suficientes para materializar lo que se percibe, lo que se devora. El tiempo provisorio permanente, para ser engullido por un Leviatán, que así llamo al peligro. Tiempo de pescado, tiempo de mar, tiempo de dar por perdido, tiempo de encontrar. Un mismo lugar un ave, una calle que baja y nos desliza sobre edificios de moho, basura con selva y mirador al océano.
Un mural como veladura de un edificio carcomido más por la corrupción que por la sal del mar, nos cuenta orgulloso y colorido una historia de la ciudad que nos produce desconfianza. Empieza con los descubridores y termina en el espacio, pasando por el único cura de la ciudad que no fue corrupto. De estos contrastes estará hecha la Buenaventura espacial, cápsula flotante que circunvalará la tierra cuando esta sea inhabitable. Un satélite verde que flotará en la estratósfera por siempre.
A mi tierra llegó un fulano llevándose todo mi oro, a mi tierra llego un fulano llevándose todo mi oro, vestido de blanco entero y con acento extranjero prometió a cambio de oro, dejarme mucho dinero. El tipo de quien les hablo nunca más apareció, cogió mi metal precioso y todo se lo llevó. Ladrón te fuiste con mi oro y me dejaste sin mi oro, ladrón te fuiste con mi oro y me dejaste sin mi oro. Con solo engaño y na`má viniste pa`cá a llevarte mi oro primero, con tu acento extranjero y tu pinta de sombreo. ¡Hecha pa`ya, fuera de acá papá!, no vuelve a robar mi oro señor, yo te dejo, vete con todo y espejo. Ladrón te fuiste con mi oro y me dejaste sin mi oro, ladrón te fuiste con mi oro y me dejaste sin mi oro. To’ mi oro se acabao, los dueños son empleados, más pobreza ha llegado, la inocencia se ha marchao y de aquí no me voy, de esta tierra yo soy, mi alma es como los ríos, camino recorrido. Ladrón te fuiste con mi oro y me dejaste sin mi oro, ladrón te fuiste con mi oro y me dejaste sin mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Ay ladrón te fuiste con mi oro, ay me dejaste sin mi oro, ay te fuiste con mi oro, ay me dejaste sin mi oro y pa’ barekiar, con mi oro ni pa’ barekiar sin mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro. Oro oro, te llevaste mi oro.
Tanto balaustre y fango. Casas que levitan en el tiempo, tiempo de música tropical. Orillas invisibles de ciudad invadida. Miradas que vienen y van, como un vidrio en la costa, en el muelle, en la bulla humana, la corrupción y el vigor. El turismo de la marginalidad, pero huele a cítrico, hay fútbol. Pez fresco y crudo, sólo pez crudo, los niños juegan en silencio mientras el cálido olor de las tripas lo cubre todo. Sabores nuevos, salados, ácidos, harinosos, sabores indescriptibles.
Sospecha en la zona, esta es la zona más segura.
Hay una casa entera en la Galería, colchones, sillas, ostras, lama, tela con sal, tres pájaros volando, allí adelante hacen chalecos salvavidas para salvarse de sí mismo y sus ficciones. Hay una vida entera en la Galería. Diría mejor: muchas vidas. Aquí es Aleida. Aquí es Chava. Bienvenidos donde María. Aquí es Celemina. Las ricuras de Rosa. El buen sabor de Evelia. Aquí es Ana y Chila. Aquí es donde Nery. La hija de doña pancha. Sancochera María Teléfora. Sazón de la Ñata. De nuevo donde Celemina. Llegó el ángel de la guarda. Aquí esta Chencha. Aquí es Aleida.
Aquí es Aura. Bienvenidos donde Milena. Aquí es Pancha. Aquí es Gladys. Bienvenidos donde Teo. Aquí es Rosa. La voz de Rosa diciendo no me acuerdo qué. Sólo veo a Rosa abrazándome en el fango, en el recuerdo del olor al perejil apestoso en el mercado. Nos vemos las caras mientras comemos sopa y piel muerta de los pies mojados. Pescados de ojos secos que ya no miran. Basho: Se va la primavera / queja de pájaros / lágrimas en los ojos de los peces.
Cinco veces tiempo de llegar y volver a comer una historia, el recuerdo de brisa, de olla quemada, de olor a podredumbre húmeda. El bus sólo pasa hasta las 6:30 y todo funciona pero no hay agua. La cosa va así y hablo imaginando que puedo dejar de decir yo. Ella me decía “del mar a su mesa”; me como las metáforas, las anécdotas, nadie habla en infinitivo, un verbo sin tiempo, viendo lo mismo viendo igual. Todo bien, todo va yendo, pero no hay agua. Sólo la que cae del cielo. Pero esa está maldita, como la del diluvio universal.
Hay relatos y relatos, categorías del decir.
El ropaje del espacio instala en la piel estupefacta la impresión de una manada silente con distancia. Postura política, cómo se mira ojos tapados, tiempo- distancia. Otra vez, como los ojos secos del pescado. Donde Aleida. Donde Aura. Donde Pancha. Donde Evelia. Donde Rosa. Arroz con coco, arroz con mariscos, arroz verde, cazuela de mariscos, cazuela de conchas, camarones al ajillo, encocado de jaiba, encocado de camarones, sudado de camarones, mariscos apanados, pescado frito, tapado de pargo rojo, sudado triple, con piangua, camarón y toyo.
Yo no me como ese pescao así sea del Chocó, ese pescao envenenao ése no lo como yo. Mucho ojo mi gente que quieren envenenarte la cabeza, con pescao malo en la mesa, pero eso a mí no me estresa. Ojo mucho ojo que el tráfico de influencias
de gente que sin decencia quieren verte en decadencia. Porque la envidia es mala
y la gente sale con vainas raras, problemas traen balas, la próxima vez te doy en la cara, por darme tu pescao envenenao te llevo en la mala. Saca las manos de mi bolsillo, no me vas a tumbar, con ese cuento tan raro no me vas a robar, a otro perro con ese hueso, te rompo la boca y allí no ponen yeso. ¿Dices que produces más que quien? ¿Que el mejor? Sabiendo que lo que te doy es puro sabor si algún día te llamé sonero, hoy eres peor que político embustero. No me gusta tu tumbao, mucho menos tu pescao, a mí no me lo des que ya te tengo pillao. Cada cuatro años se ve venta de bacalao, menos mal que mantengo los bolsillos apretaos. El fanatismo
no deja ver por encima del ocultismo. Manejan los políticos y se llevan a los mismos
pelaos, ¿qué hacen en esa estera? No coman el pescao que les quieren dar la pela.
Estás cerca de mí y no me quieres ¡Qué bien! Me quieres ver pasando al otro lado, por eso es que me das tu pescao envenenado. ¡Ja ja! ¡Qué risa me da! Primero caes vos antes de que me puedas tocar. Toma un consejo para la posteridad: vete de aquí mala energía y no vuelvas más. Pescao envenenao, pescao envenenao.
Ahí hay reaparición del 24, número mantra del tiempo, en esa estructura, la del momento, como un caucho inquieto de límite, dando vueltas, curvas de tiburón chiquito, repetición del murmullo, cuerpo muro de arena, montones de conectores familiares recuerdan los cansancios de estar ausentes jalados por ser presente pero escapados por ser inexistentes.
Un bosque marino que sale del agua, residuos, la gente residuo, la gente por fumar, la gente que a veces le hace cosas a la gente. La gente de San José que dependa de las maderas húmedas antes de que sean podredumbre.
Libérate memoria, y libérame, déjame caer por la pendiente para que algo se reanude, que las asociaciones casi automáticas se aferren a pendientes tejidos en el aire presente. Genova, querida mía, qué habrá de ella en estos muros, bajas la mirada, basura cimiento que se abre y se escupe. El desperdicio, pero el abismo está entre el agua de todos los desechables del mundo; verá usted, mi brazo sólo mide 70 centímetros. ¿Cómo hace Acapulco, lengua donde se juega en serio con la arena?
Esto no es Venecia pero podría serlo, ¿por qué no? Si hay ríos: Agua Clara, San Marcos, Sabaletas, San Cipriano, Escalerete, Dagua, Anchicayá, Calima, Raposo, Marroquín, Cajambre, Yurumanguí, Naya y San Juan.
Por primera vez camino donde la lluvia moja todo, a un punto donde el agua lo moja todo, curva serpiente, quema las calles, algunas voces enamoradas, vaivén del agua. Contiene. ¡Venga, venga métase aquí! Perforado de miedo, busco casa, bajo el cielo, y sin embargo me gusta la isla del archipiélago.
Tiempo de nacer, el pescado y su homónimo en La Galería. Cómo me gustaría multiplicar los panes y los peces. Aquí es Juan, aquí es Marcos, aquí es Mateo, aquí es Lucas. Pero no.
Situaciones palimpsesto: el hombre que habita la humedad deviene mar, siete mares de piangua y toyo, y sin asepsia me mira desde el plato, su ruta de evacuación, para lanzarme un suspiro de piangua.
Cómo se cubren los cuerpos con plásticos, el mar en la nariz, cuerpo obseso, erótico, peligro, juego infantil, chapoteo, bochorno sensorial, bochorno, claroscuro, negro afrodisíaco, triple, séxtuple esquina oscura que es una fiesta de palancas eróticas, basura y botellas en el mar sin mensajes, protagonistas afrodisíacos, bochorno, el negro brilla igual que el plástico, el moho invade la naturaleza, unas niñas desfilan, futuro incierto como el mío, de prostituta. Niñas ensayan sus pasos de baile para salir de la miseria. Niñas ensayan pasos de baile para salir de la miseria. Para salir. Tendrían que hacer explotar la tierra, para evitar todos los años que les queden hirviendo aquí para siempre. Bochorno.
El miedo de seguir por la mitad del mar; caminar y caer del lado de los pies chispeantes.
Hastío de comida, lo pobre y lo rico en una sola caminata, hoy tengo dolor de cabeza, llanto, pesadumbre, sensación de mercado, piel negra, límites en los cuerpos caminado y asaltado, por no tener palabras, no tengo palabras, las necesito, contracción bailada, barbie negro, esbelto, deseo hecho paisaje, miradas, cuerpos, grises, desde Acapulco sin palabras, sensación, desborde de cadáveres. ¿Qué hacen para que los cadáveres no floten? Ay. Por eso festejan la muerte tanto como se festeja la vida. Sin rencores. Me tomaría un viche con la muerte, que acá gana siempre la partida.
Veces y varias veces de incertidumbre. Si no hay lentes dejas de ver un poco, deteniéndose en el sabor y no en los condimentos. Cómo mezclar los huesos, las neveras, lo pobre y lo rico, los olores.
Disforia en la vida, vida de corrido, de cargas en destiempo, el caminar del tiempo en el cemento, el cemento temporal, el matiz del sinsabor, un final de territorio y vida.
Tiempo que no camina sino que corre muerto, calle arriba y abajo pero no va hacia ningún lugar.
Hay tantas cosas que dejas de ver, me limito a no intentar huir, el deseo de muerte es un lugar rodeado de formas veloces.
Los cuerpos que primeros anduvieron y probaron, los primeros que sintieron la duda, vieron asombro en otro, gritaron de angustia.
Instante de no decir nada que explique la vida, el presente, algo me toca, la oscuridad, la tierra.
Algo habla y un cortocircuito hace retumbar el nombre de algún mes, hay temporal, todo se cae húmedo, todo llueve y se mojan los encontrados. Me doy cuenta de que sólo se puede mirar a través del pasado, ahumado, caliente, gasolina, hierba, fruta, patacón, mierda de pájaros, pitos, carros, las olas chiquitas del mar, viche, baños, lancha, mamita. Venga mamita, rallando coco, telarañas, ollas sobre ladrillos con sabores, militares custodiando algo, casa de palafitos, banderas de algún país, humos y roces con la gente de la calle, la cabeza de un niño, el mar, el aroma, la tranquilidad de no saber que no hay más allá. Aunque siempre hay otro puerto.
Se muere en la sal, no es sal, es agua salada, la sensación de una historia, la eternidad de la neblina, de gotas pequeñas, de charco, estados que no alcanzo a ser.
La raridad de la pobreza y del hacer, del hacer y morir por un futuro fantástico, inservible, útil, de personas cansadas, de adelantos temporales. Y más niñas ensayan pasos de baile para huir de su destino.
Fauces de animal grande, rehusando lo viejo y guardado de lo aguado. Hacer una marimba y ver hacia arriba, las cosas hacen mover el espacio. Los espacios que llenan las cosas con acidez, con aburrimiento, con detalles azules y plastificados.
El momento de la picadura de un hematófago, el barco de aleta amarilla, la frescura, la nebulosa en una pierna, alguien que no sabe a dónde ir y camina hacia tras como para no dejar de hacer algo, alguien que no sabe escribir pero intenta seguir la ley. Las palmeras crecen a pesar de los techos y hay que alzar la cara para ver como llueve. Sí hay ruleta y juego: se apuesta. Como el pejesapo, que apuesta a clavarme sus aletas ponzoñosas en mis pies para inocular sus larvas y así me lleve sus huevecillos fuera de esta tierra. Así como las niñas ensayan pasos de baile para un futuro mejor, así el pejesapo me ofrenda sus hijos para que los lleves lejos del lodazal.
Un edificio azul y blanco abandonado, un jugo de colágeno, la promesa de un recorrido, de un recuerdo de escrituras, de coincidencias, de espacios y de lugares, ¿será que todos o algunos o cualquiera han estado en el mimos lugar? Hoy soy el escribiente. O el describiente. ¿Será que se habla lo mismo que se escribe? ¿O que se escribe como si se hablara? ¿O que se habla como se piensa? ¿O que se siente como se escribe?
Emergen palabras del mar. Aviso a navegantes: En un barco no hay más cuerda que la del reloj. Navegante: desplazarse o viajar en un barco por el agua o por el agua en un barco, o de un página a otra. Así también la marea se quiebra (la manera como baja y luego puja (la manera como sube). Puja como una mujer que da a luz, sólo que acá el mar escupe al mundo los desperdicios que el mundo le regala. Tenemos los intrusos, desertores, y las descripciones y otras listas. O lo que puede ser. Me alisto: el rol es la lista de la tripulación del barco, el casco es su armazón, estructura, forro, cubierta. La obra viva, la parte del casco que queda debajo de la línea de flotación y la obra muerta, la parte que sobresale de la superficie del agua. ¡Agua! es la exclamación de petición de prioridad de cambio de timonel a otro. Y la chicha es la calma absoluta. El viento real es aquel que sopla en el lugar donde se está navegando independientemente de la velocidad de un barco. La jarcia es el conjunto de cables y caos de un barco. El bichero, un palo con punta y gancho metálico en un extremo que sirve para tomarse o abrirse para desembarcar. Fondear es anclar y derivar -así como deriva mi lengua ahora-, es el ángulo formado entre la derrota y el rumbo por el efecto de la corriente. Luego desembarcar para volver a tierra.
Presiento el recorrido en el mismo momento en que se termina. Encerrarme. Elevarme para cerrar la mirada. Para creer que se está viendo distinto viendo lo mismo. Ni siquiera hace falta descender. Desde este punto de vista alcanza el espacio a extenderse hasta el borde de un muro derrumbado por el silencio del océano, que cubría lo diminuto pero que luego destapó el horrendo lugar de la desidia: transparente, circular, alargado, redondo, como una tracalada detrás del arrullo que ahora ha sido renovado en el viaje del carpati por las aguas de la bizarra sonrisa. Esta mar desierta, sin escape a las palabras, a los títulos, conjugación de letras en las fachadas, palabras que se juntan pensando en imágenes. Sólo pienso en imágenes: en fotos, en sonidos, imágenes en palabras. Una línea se atraviesa de punto a punto, del lugar del ausente a la boca del gran pez. ¿Y si la marea puja tanto hasta el punto de llegar a la boca de este pez? Los peces no tragan el agua, la respiran. Es el instante en el que no se sabe si ir a proa o a popa, el momento de lo irreparable con cada una de las letras que se juntan en este aquí y hora de la escritura. Son pocas versiones de un fragmento de tiempo, situaciones que se repiten, coincidencias al hablar, no hay grietas, no hay hendiduras, no hay resquebrajaduras, no hay vacíos, no hay división de cuerpos, se habla de impresión. Escribir es tan difícil y tanto que lo necesitamos ¿Cuántas palabras son seis horas de relato? Portar la voz de los otros es casi tan inasible como devorarse la ciudad. ¿Cómo derivar con perímetros y cuál es la singularidad del tamiz? Caminata espacial: ¿Dónde está la energía de un pueblo tan efervescente? ¡-hasta eso se robaron!-, me dice un negro de pelo blanco apoyado en la pared vetusta.
Cuerpos inertes sin propósitos, sueños y anhelos. La vanidad de la mirada cegadora de enigmas entre las tetas colgadas.
Colmillo, tripa roja por el culo, hueco parado de cuatro, doce, treinta y sesenta, pateando tras los pelos, adhiriendo al fragmento que a errante caminar atemperado con el contra-don de la veloz fuga del medio cuando yace el contra-bólido; ires y venires, la marea se acerca y se aleja a su gusto, el mar como baño público, el mar como superficie de desplazamiento, el mar como fuente de alimento, el mar como basurero, el mar como espejo que devuelve lo que recibe.
Yo estuve en Kokorikó y me pareció muy curioso que todos los precios hacían referencia en las personas, que cada persona pareciera uno de esos precios.
Vacío desbordado en el cuerpo con la incomodidad que reduce la mirada al repetir y repetir, textos que se vuelven muros que contienen textos. La repetición es una forma de cambio.
No, las piedras no son líquidas, pensé cuando volteé a ver el mar. Ires y venires, la marea se aleja y se acerca a su gusto. Ir para andar, para hablar de lo irrepetible, el presente, en donde se guarda todo lo que olvidamos.
Barreras terrestres. Reja, muro, borde, rompe olas, islas, horizonte, rueda que a sus afueras dice: peligro.
Necesitaba más tiempo hasta que salí de allí y entonces me di cuenta de que estaba impregnado de la energía del lugar. El tiempo ha dibujado en el aluminio de las ollas, la comida, la vida irradiando. El tiempo de la cocina es bullicioso, el carbón y la piel, los restos de animales y frutas, aluminio, barro o acero, vidrio, cucharón de palo en sopa. Querer comer con todo el cuerpo desde el deseo y no desde el hambre. A ver: ya tienes el ñato listo y lo cocinas con el plátano. Si está muy aguado, espichás un plátano pa´ que espese. Cocinás, licuás, cernís, espichás. Cuando esté espeso le ponés la primera leche del coco, le ponés achiote con aceite, le ponés la segunda leche del coco. Revolvés, servís, cocinás, licuás, cernís, espichás, ponés, ponés, revolvés, servís, comés, dormís, cagas y volvés. Y así hasta que reventás.
¿A qué distancia está el tiempo de lo inmóvil? ¿Cuánto dura lo posible? ¿Dónde se rompe el instante de la posibilidad?
El lugar de la iglesia tiene algo de anticapitalista, porque allí no se hace nada. Respiración profunda, tranquilidad recuperada.
Hay un chico que camina en el fango; debe ser habitante de calle, ¿Quién más se atrevería a hacerlo? A menos que sea artista, de esos a los que les encantan las problemáticas sociales y el estudio de los gobiernos corruptos, pero que nunca podrían trabajar sin su Mac, porque únicamente las Mac no se infectan de virus inmundos, de troyanos podridos que contaminan sus archivos y fisuran los discursos hegemónicos.
Destruir ahora la más importante idea, destruir mi todo. ¿Qué son los presentimientos, si no recuerdos? Yo presiento o más bien siento, que esto ya lo viví, que lo vi antes, un presentimiento que no es sospecha, porque he querido meterme a ese fango y sentir toda la fuerza del mar, de todo aquello que recorre el mundo y llega a mí en forma de espuma o podredumbre.
El cuerpo que nunca vi, pero que no olvido por su olor, hoy las fosas nasales de mi nariz lo extrañaron, lo buscaron.
Naufragar naufragar naufragar naufragar.
El mar falso frente a mí. El día festivo es suave, dice una señora, dice también que pasa muy lento. Creo que la misma selva me convoca a esa sensación de festividad llorona, la que te hace dar ganas de ver cómo morimos un poquito. Buenaventura, puerto en soledad, con muchas personas tratando de cobrar salarios por sus largas horas de labor en el puerto más importante del país. Son 407.539 almas para alimentar. Pero las almas muertas, ¿cuántas son? Arenas movedizas en Buenaventura. ¿Agua, qué eres? Espacios que despiertan siempre en un sueño negro ¿Por qué habrán botado esa bacinilla? El miedo a la basura, la mirada un destello, veo cuerpos en todas partes, antorchas, fuego sobre el agua, silla mágica, silla elevada; hoy el lugar fue más, esto está lleno de traiciones, hoy no hay presa sino cuerpos sin vida, los cazadores son otros, ese cigarrillo no se acaba en la boca de nadie, el rumor nunca se acalla, lleva mil años, el sudor en la piel; podría ser un virus tropical, una aguja enterrada en la piel, mied, miedo a morir, a volverse uno, a traicionarse, a ser fangoso. ¿Qué eres, fango? ¿Quieres pagar con mi muerte tu generosidad? Cómo abandonar el hallazgo, la fórmula, responder a una pregunta con otra, la tierra es de la gente, el litoral y su instinto de salud, la poesía de la pobreza, del desperdicio, de los cortes y vidrios derivando en la protección de un hotel, carcasa blanca turística que también deriva en un contraste similar a los de los juegos del arte, rodeado de pesares y sinsabores disfrazados de alegría bañada con viche, tambores y marimba, pero hay noche, y tengo que pensar en la coronación de una silla.
Pleamar, sexo negro, pejesapo, miedo, estancia de los moribundos, dejados, el asbesto por los orificios, frente a nosotros un caldo marino, hay muchos zapatos, hay muchas moscas, sí hay un cuadro escénico que es un cuadro clínico. No se puede romper el silencio, ésta esquina no calla, en Buenaventura el día se invierte pero no atardece, siento el movimiento chachachá, pañales con bestias, agua tan ausente, deseable, la gasolina en la nariz, hay una añoranza destructiva en el agua, se sospecha de ella, una alienación salsera, mugre en los pies, orinar en el fango, tacho mi sexo, escroto, escroto añejo, lluvia con sangre, el mar y la muerte, una imagen repetida, virus de fango, picor tibio, pertenezco a la tierra mojada, a la playa del gallinazo, a una palabra olvidada, no sé hablar inglés, peso en los pies, los movimientos pesados. Quisiera elevarme pero sólo veo olor y dolor abandonados, como un científico quisiera extraer la llaga a la distancia el remedio, cómo ser en el fango, en el tango lugar de vida. Todo así yuxtapuesto. Qué palabra tan rara yuxtaponer. Aves. Yuxtaponer. Ranchos con vida propia. Distinguir los puntos y conseguirlo. Líneas como serpientes. Brazos que desaparecen. La marea de mis jugos gástricos marea biliar, marea que resuena. Pieles fangosas, quiero arar el mar, pensar en el secreto de su tiempo, ararlo como eras en la arena. En Buenaventura no hay olas. Agua que da vueltas y vueltas. Miedo al domingo, ese día el cangrejo baila y hay un grisáceo indescriptible. Floto mañana. Floto más tarde. Rumor de lancha. Persigo el mar en cámara lenta. Me subo en el buque más grande que parte a América, pero soy un polizón, a menos que quiera usted llevarme a la tierra prometida por mil pesitos. Me amarro a las hélices, total, pa' lo que tengo que perder acá, lo puedo perder por el camino. Y a mitad de viaje me desamarro, las hélices me parten, casa de pique flotante, mientras mis compañeros posan sus miradas manchadas de sangre en este cuerpo mío que flotará en partes para ser alimento de los peces. Y aún así llego a la tierra soñada para ser deportado con un dedo del pie menos, producto de la gangrena, y varias causas por narcotráfico. Este puerto es un puerto del ida y vuelta. Espérenme compañeros, al rato vuelvo, voy a probar suerte pagando con un brazo o un pie el viaje; espérenme que mi corazón queda acá, guárdenmelo que al ratico regreso, medio deshecho pero regreso, mi corazón, a buscarte.
En Buenaventura Caronte oficia como guía turístico. Acciones escritura. Espacio caprichoso. Bahía mar. Butes busca las sirenas. Una imagen segura como ancla. Pacífico ausente. Brazos que golpean la piedra. 80 mil millas de proa al viento maestral. Ella escribe melindrosa. Ella escribe desde el drama: espinas de pescado. El cemento se acumula poco a poco en nuestros pies. Cemento que advierte viejos pasos. Preludios. Momentos de la noche uno y tres picotazos. Luna medio llena. Sólo un fragmento. Luces moradas sobre el edificio. Amarillas. Azules. El tiempo es espeso y simplemente sigue. Una bandera pegajosa entre lo poético y el desperdicio. Curvas que no nos dejan voltear. Turín turán mi querida ola! Ola querida. Las palabras vivas. Viva en la luz sobre la silla. La silla de puerto basura. Pejesapo. Buenaventura es una gran espera y espera sentada. Tolón tolón se oyen las gotas. Es de noche. Quítate de mi escalera. Es el lugar del pequeño temblor, barro imaginario, lo veo acercarse y se me antoja moverlo. Ay María que vive en el mar. Sexo con sol. Eclipse solar. Sexual. Dejen ese diablo por allá, pero que nunca regrese. English. No. I`m not. No sé escribir en inglés rápido. Soy yo solo un escuadrón contra el pejesapo como enemigo público. Otra vez: Caronte como guía turístico. Solo puedo ver el amanecer. Frágil. Frágil. Buenaventura movediza. Desarrollar patas. Pasar a aletas. Metamorfosear brisa. Orinar fango y arrastrarse como serpiente. Ser necesario. Alimaña. Entraña. No me hagas oscuridad. Mente sucia y moribunda. Todavía no he tocado el mar. Salsa con barro. Salsa choque. Choque de Michael Jackson con salsa. Cuerpos desnudos bailando salsa en la niebla comunal y como vestido en este lugar que está enfundado. Zambullirme en la desesperanza. Cuántos zapatos. De animales, de muerte. Perdona la ignorancia aún no he visto el mar. Hoy amanezco escriba y los cangrejos lo saben o lo intuyen pero les da igual, no me cuentan su historia antes de irse a dormir para siempre al sancocho de Evelia, o la marmita de Rosa; venga joven, aquí es Aleida, venga bonita, aquí es Aura, y aquí es Pancha. La distancia es un ritmo. El fango no sabe leernos. Curtirse. Ser fuerte. Zapateando y coqueteando. Tenazas al cielo en una danza. Alguien que escribe desde el latín, la garza no sabe latín, sólo sabe de su cuello, de llenar su cuello, debería saberme otra cosa.
El mar como paradoja constante, hundirse y flotar, hay una barrera curva que me espera en silencio, no se puede vivir sin comer, sin miedo, hablar palabras arruinadas por la sal, explotar el tú mismo, pensar y reír solo, remover la restricción. La basura como cuadro del suicidio. Hay secretos de marea, marea de tiempo y de desnudos, alcanzarse en las dudas, líneas imaginarias que enfocan cosas, los muertos están vivos en otra parte, una parte ausente tan deseable y extensa. Puerto rico que se asoma y se hunde pero como ancla, tomar los barcos con los dedos, no quiero tocar el mar y eso es grave, sería como un vidrio celeste jugueteando.
Toquetearse y hacer un monumento detonante, detonar fango y naufragio. Decir la voz de otro, fango ruina, fango casita de la infancia, nadie me lee porque no dejo espacios entre las letras, porque bebo cerveza mientras escribo, magnificando los detalles, como anclas, anclas intrusas, la piel dice otra cosa, un camino libre de error, el mar dice otra cosa, tomo la última palabra de cada ola; veo ese desprecio habitual sobre ese ser fangoso y heroico, deseo no tener miedo a lo irreparable, a lo banal, al color de la angustia en el mar, a la picadura del barro, mato cangrejos a mi paso, hay rumor de tiempo y voces borrosas, lancha a motor, sirenas burguesas, calientes picosas y largas, 80 millas de viento, tengo frío pero calor, diría miedo, pero soy valiente porque le temo a la muerte. Hoy me encontré a la muerte en tres ocasiones: estaba recostada en una esquina, yo pasé de largo no fuera que me estuviera esperando. Luego compartimos banca en una parada de jeep. Y por último se estaba cortando el cabello en una barbería. Mejor me cambio de habitación en este hotel todito blanco, no sea que esté condenado y la parca me pille por las pelotas. Porque si he de morir prefiero hacerlo atravesado por la aleta del pejesapo. Es una muerte más heroica que la del morir tísico que nos propone este hotel vetustamente coqueto. Aviso a los pasajeros: en la habitación 303 vive Margarita Gautier, tísica y prostituta. Pa' lo que mande, si no le molesta la tos en la cara, caballero.
Acotación: escribimos pero el mar sigue igual. Igual, desde este balcón en que en el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel toca mi paladar, el recuerdo se hace presente. Es el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto como reconozco los sabores de aquella magdalena aparece mi casa gris de infancia y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía, las calles, y aquel mar, tal como este, visto desde la orilla, el mar sigue igual, visto desde la calle, desde el restaurante, desde el arte. Una isla sin esquinas, una isla curva, serpentina, bulla redonda, espacio flotante sin puente, tango en el fango, salsa a volumen bajo, no importa que no pase nada.
Porque los barcos aparecen de la nada y se pierden en la nada. Travesaños de madera y bambúes que se quiebran y nos hacen caer. Mis pasos se quiebran. La pista se quiebra. El mar nos escupe y caminamos como quien camina hacia ninguna parte. Quién puede soportar el agua. No le creo al ambiente. No le creo al caminar hacia atrás del cangrejo. La figura es infinita. Figuras de tiempo. Soy todo verde y tengo las rodillas juntas. La hora no es la que parece. La gente se esconde de la lluvia. Sólo estoy aquí. En el hotel. En el papel. En la habitación 233 cama izquierda. Sobre el balcón, veo una negra que muestra sus tetas frente a la iglesia. Tetas caídas. Hoy he dormido 9 horas y no he soñado. Adentro hay mezcla. adentro de mi cabeza mi mente sigue en otro lado. Lo borroso. Oblicuo. Buenaventura, siento ganas de llorar por ti. El vigor del marisco. Canción, Ruido. Noise con marimba y guadua. Basura humana. Sensualidad de la mugre ¿Por qué firmar con el Pacífico? Siete mares y piangua. Me quedo con ese plato, mirar la ciudad como la mira una ola. Ermitaño ¿de dónde venís? Si llueve es posible que llore. Ermitaño de dónde venís, salúdame a los que flotan. Salúdame a los que mueren ahogados, yo vengo de caminar. Yo vengo de Salonda ay! Quién te mando a llama`!
La temperatura promedio de hoy oscila entre los 24 y los 28 grados Celsius, bastante bien para lo que suele ser. De la lluvia prefiero no hablar. Humedad constante, casi 100%, como siempre.
Destruir ahora la más importante idea: el mar. Imaginar los bichos que me corren. El dolor parece calmar. Pero todo bajo control. Qué claridad la del viaje. Deme un consejo mamá. Cuando el espacio está cargado de tiempo. Bruce Lee dice que debemos ser agua. Be fango my friend! Deme un consejo mamá. Yo también igual que vos perdí el amor de esa manera. Marea. Poner el amor en todas partes. M’hija coja a su marido. A esto le falta fuego. Que se le quite la arrechera. Ay hombre! La extraño. Ermitaño.
A punto de partir, con el viento que hincha sin desatar, un vapor con su caldera vibrando, mercancías de ultramar, una estación espacial, una nave de pieles verdes, pescados plateados, esencia de vainilla ¿Cuál es el olor de Buenaventura? Sara Eva vende yerbas: albahaca, poleo, manzanilla, hierbabuena, flor blanca, eucalipto, uña de gato, hiervechivo, limoncillo, caléndula, toronjil, matarratón, ruda, botoncillo, santa maría boba, sauco, suelda con suelda, mata de chuca, destroncadora, abre camino, paico, alta misa, verbena, santa maría de aní, mata ratón, lulape, boltón, yantén, amaranto, ilotropo, cilantro, venturosa, caléndula, anamú, lengua de suegra, ruda, Celedonio, barba de chivo, malva rosa y amansa guaco.
Hablemos aleatorio, no, sólo pregúnteme, este es el destino del hambre.
Las largas trenzas de las negras ¿Cuánto tiempo lleva aquí en La Galería? Negrura pescado, camarón rebosando las canastas, pero recuerdo que mi billetera está vacía. ¿Y usted por qué no tiene hijos negros? Tengo hijos ingenieros, enfermeras, supervisores, pescadores, escritores, cantantes, oficiales de construcción, autistas, presidentes de cooperativas, ¿qué más quiere caballero? No alcanzo a entender qué significa haber vivido cuatro veces veinte. Infinita tristeza, infinita tristeza. Si yo dejo de vivir, me podría morir, tengo setenta y siete años. ¿Por qué esa cara de angustia, muchacho? ¿Ya subió al faro, m’hijo, al puerto, a los ríos? ¿Sabe qué es lo mejor de aquí? Nosotros. Elías, Omar, Lucía, Magdalena, Javier, Sara Eva, María del Carmen, Rosita, Cristobalina, Doña María, Diómedes, Don Pascual. Juntos sumamos más de mil años.
Ella: Melindrosa, dramática, melancólica. Él: escribe soñando, muriendo, pudriéndose.
No romper el silencio. El primer intento de hacerlo es como una puñalada al corazón.
Solo necesito echarme limón, sal y ajo machacado.
Pasa una mujer con un cigarrillo, se lo come y sigue su camino fumando hacia adentro, se sufre pero se goza.
Esto me da como resultado la muerte, una arritmia de tiempo, atonal, faro de nadie, hostil.
¡Mal parida, vengo desde las 6 am, voy de la galería a iglesia y de la iglesia a la galería!
¿Será que la alegría está en los genes, en aire o en la comida? Los niños nadan entre cadáveres de perros podridos, hinchados, deformes, y aún así reímos, señorita.
Te extraño, te juro que te extraño, el olor del sancocho suspiro de aliento.
Una baranda que separa el mar. Balaustrada, altura sobre el mar. Para hoy, sábado 4 de junio de 2016, pleamar a las 3:07, Bajamar a las 8:58, pleamar a las 15:25, y bajamar a las 21:30. Para mañana domingo 5, pleamar a las 3:59, bajamar a las 9:51, pleamar a las 16:16 y bajamar a las 22:20 hs.
Amo y odio mi vida aquí, dejar todo atrás, había intentado separarme, pero por el pretexto de los niños, tú sabes…
Buenaventura se cae como hojas secas en el otoño.
Hizo efervescencia y dejó todo el líquido encima, una masa de hongo y fango, fango, fango, mar, líquido, fétido, internamente podrido. Así me siento hoy.
Hizo efervescencia, pero también resplandece sobre la burbuja que continúa en ese destello de luz que parpadea como las carnes de los hablantes, de los silentes, de los sonidos que vibran en la fibra de los nervios de la retirada, de lo que se desvanece… el árbol no es la semilla que brota con el calor y el agua de los hilos que forman la urdimbre de lo volátil, de eso que se conoce como abrigo ¿para qué con techo?
Esos poros de cada espacio que es acabado por el agua constante y caliente a ritmo de susurro e interrogantes que no se quieren oír en el sollozo del dormir para anunciar la mutación de sí mismo, del yo, del otro que viene de lejos y se acerca a cada palabra que se pronuncia en los cuadernos, en las hojas de la experiencia que mira por la esquina de la piel, cuánto quema eso que arde en el pensamiento del tiempo que se cruza con el espacio… separar el agua del cuerpo, al filo de la partida de lo que se desconoce y esas maneras de aparentar calma ante el ahogo, con los códigos de lo intraducible, la destilada llamarada de las plantas verdes. Insistir. Material extrapolado, sabor coco metal, en línea fina que se endulza con la presencia de aquel abrasivo hombre que reclama estar seco, con tanto sol como sea posible, con todas las nubes tapadas…
Y se vuelve a aparecer en la distancia del fin y en el comienzo de todo… fuego que se atraviesa de punta a nariz del pelo del pajarraco que sale aullando como sapos de cangrejo en reversa y de lado… atascamiento en eso que nos corroe y a lo que algunos le tienen miedo.
Aquí, a mi alrededor, flotando, pedazos del museo móvil que tiñe el mar de mugre y cuenta mis hábitos: un envase de lubricante para motor Transmilube, un empaque de Fabuloso antibacterial, uno de compota Crios, un canastillo amarillo de triciclo, un zapato Nike tornasol de pie derecho, una coraza de balón de futbol blanco, una botella de vidrio café Marulla Fruit, una de Provensa, una sandalia blanca pie derecho marca Bebe, un bolso imitación cuero amarillo y blanco, una pieza inferior de nevera, una sandalia negra de pie derecho marca Nike, un brassiere rosado sin tiras, una botella de Old Parr, una sandalia blanca de pie derecho sin marca, una azul de niño pie derecho, un vaso de licuadora morada, una sandalia rosada de pie derecho sin marca, un ancla o peso de piedras amarradas a palo con cabuya negra, un tarro de desodorante marca Bravio, un cadáver de paloma en descomposición, un envase de jabón biodegradable, un tarro azul de lubricante para motor de lancha marca Eduardoño, una vasija de icopor Frutycom, un trozo de camisa negra, un trozo de camisa blanca, una bola de navidad rosa escarchada, una lata de aerosol color rojo marca Aérea, un empaque de crema para cuerpo marca Sorprendete, un morral color rojo de niño, otro cadáver de paloma sin descomponer, un cepillo de dientes de niño color rosado con verde, un empaque azul de suavizante para ropa marca Soflan Suavitel, un sandalia rosada con blanco del pie izquierdo, una bandeja de icopor amarilla, un empaque de gaseosa Klip de sabor a uva, un tarro de manteca color blanco, un zapatico blanco del pie izquierdo, un empaque de talco marca Yodora, un tarro metálico de leche Klim, una muñeca de plástico con vestido rosa y trenzas, una sandalia negra de pie derecho sin marca, muchas botellas de Big-cola, una bandeja de icopor con encaje y lentejuelas, un tarrito naranja de cocinita de juguete, una sandalia de plataforma rosada y negra sin marca, un metro de manguera amarilla, una botellita marca Provensa, una espuma con fibra de vidrio adherida, una llanta negra, un trozo de lavamanos, un chaleco salvavidas naranja, un zapato de cuero negro pie derecho, una sandalia rosada de niña pie derecho, una bolsa de leche Klim, una botella de alcohol antiséptico, 30 pastillas de Amlodipino 5 miligramos, un sombrero de paja café, un envase de aceite de frenos, un tetra pack de jugo de naranja marca Del Valle Fresh, una botella vidrio de aguardiente blanco sin azúcar, un cubo de icopor rosado, una llanta con cuerda amarilla amarrada, un zapato de niño amarillo y negro imitación Nike, un pedazo de muro con baldosas blancas, un muro con nueve ladrillos, un mueble azul, varias botellas de Vive 100 rojas y verdes, un empaque amarillo de blanqueador marca Patojito, una Barbie sin cabeza, un palo de trapero verde, un cinturón de seguridad y una cabeza de Mickey Mouse en foami.
¿Cuál sería el sinónimo de oscuridad? Pero, pero… ese otro que ni siquiera es penumbra, que es ave que se adivina trayendo los pedazos de voces rotas.
A quién le importa… cómo saber si el camino es tan enorme como las aguas contenidas que ya no necesitan más de descripciones inocuas…
Allá del otro lado del mar, y lo dicen en secreto, navega en silencio aterrador ese otro marino que dicen se llama Caronte, remando su barca entre botellas, perros hinchados y bolas de pelos de humano, restos de estos y aquellos, que vieron ardía el mundo en un tiempo.
Nel mezzo del cammin di nostra vita / mi ritrovai per una selva oscura / ché la diritta via era smarrita. / Ahi quanto a dir qual era è cosa dura /
esta selva selvaggia e aspra e forte / che nel pensier rinova la paura! / Tant'è amara che poco è più morte; / ma per trattar del ben ch'i' vi trovai, / dirò de l'altre cose ch'i' v'ho scorte. / Io non so ben ridir com'i' v'intrai, / tant'era pien di sonno a quel punto / che la verace via abbandonai.
El lugar desconocido me absorbe, es lento y no lo encuentro. No sé en qué parte de mi cuerpo está. ¿Qué si me escapo en el aire? Mi espacio me condena, cuando intento salir, una sentencia me condena.
Todo me ha sorprendido, ruido de sirenas que me saca como del sueño, vuelvo, pero ya no es sueño, es la voz pausada, cuidadosa que me relata.
Tedio de ver pero que se convierte en añoranzas, vidas domésticas, soy una familia, que amables son todos.
¿Arte, caballero? ¿Qué es eso y pa’ que le sirve? Parece que todos los días soy otros, uno cree que nunca es otros pero sí lo es todo el tiempo.
Los sentidos pálidos que buscan color, trato de encontrar colores en el mar gris, en el horizonte gris, el piso es como la canoa que me obliga a bogar en este inmenso mar, toca transitar, equilibrar, caminar, marear; ya me mareé.
¿Será que todo esto que hago es útil para alguien? El amor que se niega, amor complejo, amor sexual, amor deseable, verte y besarte, tenerte enfrente.
Bienaventurados, fango, fango, es como el fango, como saborear lo que no quiero saborear, lo que cada quien prefiere, grito, gritan bienaventurados de mierda y ¿hasta dónde nos lleva esto?
Bienaventurados los que sufren, porque de ellos será el reino de los cielos. ¿Y pa’ que quiero el cielo, caballero? A mí deme el mar, que con eso me alimento.
Estoy lleno de preguntas, no comprendo; negrura, quemaduras, ideas grises, no tengo conciencia del tiempo, este es un momento de no tiempo. Lo aséptico de la putrefacción, el miedo a la muerte, cómo suena esa palabra, cómo se llama el barquero, mensajero y traficante de la muerte.
La arena que se mueve, toca pedirle permiso al mar para entrar en él, toca estar algo distante, veo esos cuerpos esculpidos por el fango, espaldas grandes, manos fuertes, traseros duros, son casi una osamenta perfecta, buscan entre el barro las pianguas, ven con las manos y saben lo que es perfecto para pescar ¡oh bellos cuerpos negros!
El pejesapo, la distancia, este pedazo de tierra me hace decir Dante, Dante, el infierno, tu infierno. Recuerdo de voces, de ciegos, con mucha salivación por mi garganta, por mi boca, saldrá en cualquier momento un animal.
El segundo, el décimo de doscientas garras cabezonas de espacios de tránsito pero que no tiene que ver más que con tu propia mirada de esas plumas brillantes de mitos con colas de rana y huecos de sangres barrosas que se tragan la espantosa herida línea que se ve ahora hacia abajo… en el lado oblicuo de lo que seca el resplandor de ese rayón de pisadas que dan tres toques de una enfermedad rara de lo que amanece dentro del cacho del toro que se lo tira dentro del caparazón del coco que habla de puertos y puertas de esa lista larga de renombradas canciones de los 80`s, de aquellas que sonaban en las radios mientras la Escuela de las Américas les soplaba sus trazos de muerte a los patriotas que desterraron al bicho rojo de todo el continente.
Aquí sí que suena, aquí se retuerce con agua aromática de cordillera central anís del páramo para las orillas de las cagadas temperaturas de ríos… gente, animales como gente, gente que sube puja marea que no es arena sino de saltar como corazón que se clava de tanta cantada de hambre, esas otras palabras que piden puñados entre un pedazo de un palo con un hueco para meterse, metidas de patas, no se toca el borde porque se ha detenido entre el regreso de lo que no se nota cuando se mira de frente… todo, seguramente de todo, como esas blanduras de rostros que chillan entre cajotas de unos que salen a correr a la pura mirada de lo distante, para perderse en espacios del tamaño de un dedo grueso, o que resbala entre este espacio y la zona del simulacro y todavía aún creer que se es consciente de eso que se activa al pedir trasladarse en remolinos de lo que habla, pero ¿quién escucha? Resistencia escuálida de oídos de hueso y espinas de bultos… Celestina vuelve a aparecer, ¿dónde estaba antes de estar aquí?
Faltar a ese mar que pide que le demos espacio y en cambio dentro de cada hoyo horroroso, los ahogados que ya no están o sí están, que con su título afean la belleza de esta parte del mar. Porque lo o bello no es sino el comienzo de lo terrible, eso que todavía puedo soportar; y que admiro tanto porque, sereno, desdeña el destruirme. ¿Quién, si yo gritase, me oiría desde los coros de los ángeles, aquí? Oh, y la noche, la noche, cuando el viento lleno de espacio sideral me muerde el rostro; ¿a quién no le queda al menos ella, la anhelada, que me decepciona suavemente y con esfuerzo aguarda al corazón de cada cual? ¿Es la noche más leve para los enamorados? Ay, ellos sólo se ocultan uno al otro su destino. ¿Aún no lo sabes? Arroja desde los brazos el vacío hacia los espacios que respiramos; quizá de modo que los pájaros sientan el aire ensanchando con un vuelo más íntimo, y ahí lo sabrás.
Los que se desesperan por esperar un tiempo de 6, 12, 24 horas ¿para qué se inventaron el tiempo? No he envejecido, es que la tez negra, es que a la melanina oscura el tiempo le pasa por un lado, casi ni lo toca.
La realidad me invade, me doy cuenta que estoy en lo real y me quiero salir de ella, el limbo me parece tranquilo, el lugar adecuado para mí que todo es raro, es que todos somos raros, a quién se le ocurre todo lo que estamos haciendo, el asunto es que aparece otra cosa. ¿Cosa? Sí, el letargo, se me viene un símbolo, 10 am.
Los huevos del pejesapo se introducen en mis pies, los tienen que sacar con plomo, con candela ¡qué delirio con el pejesapo!
Soy de aquí y ya estoy casi extranjero qué raro, me miran raro, siento un disgusto, un gusto, un no sé qué, ahora se duda de todo, yo quiero mostrar a Tura, que sepan que es mi tierra… Tura es… Memoria. Sexo. Muslo. Negro. Destierro. Luz. Último. Visible. Invisible. Mar. Humedad. Quemar. Dedos. Calor. Soñado. Resto. Estado. Descuartizar. Espiritual. Mundo. Hipocresía. Inerte. Mito. Pica. Trozo. Huevos. Invisible. Inmóvil. Flote. Marea. Deseo. Frustrado. Perturbado. Oculto. Indiferencia. Diferencia. Botellas. Erecto. Materia. Sal. Dientes. Frito. Pez. Reptil. Quemar. Fango. Vértigo. Imposibilidad. Ojos. Interior. Recursivo. Gritos. Cabellos. Carne. Encuentra. Muslos. Trenzar. Abundante. Negro. Titubeo. Golpe. Flotar. Huir. Volar. Temblar. Extrañar. Rumbear. Caer. Brisa. Cielo. Morir. Atardecer. Destino. Huir. Zozobra. Certero. Preciso. Tiempo. Báscula. Verbos. Roñosas. Puntiagudas. Cuervos. Cabezas. Quemar. Fosas. Gallinazos. Sangre. Intolerable. Asfixiante. Buenaventura. Momento. Inmenso. Disperso. San Yu. Patios. Todos. Camarones. Gratitud. Padre. Piangua. Kilos. Es gritar. Es lejos. Es incendio. Nada y de repente alcé la mirada y miré al cielo encendido como si el más grande incendio se apoderara de él y es ahí donde comprendí que la vida como la cocina ya no sería como siempre. Su última comida fue sancocho de pescado y con qué ardor se sentó por última vez a comer y a vivir mientras moría con la delicia que disfrutaba por última vez. Su piel estaba cubierta de pequeñas púas y verrugas. Le gustaba habitar el fango, el océano pacífico y picar sólo a los turistas curiosos. Es un mito sumergido en el fango, sale a tomar el sol y de forma invisible logra mantenerse a flote en las arenas movedizas del mar.
Vértigo de un deseo no satisfecho. Imposibilidad del tacto que gime impurezas. Necesidad que se ve asomarse y deslizarse en los cuerpos. Tan deseables. Aquellos que han sido negados, tachados. Memoria oscura, es lo que recubre su piel y la vuelve tan lisa. Llevar soñando negro toda la semana y verse extraño en cualquier otro tono. Lo negro no anula, exalta; no detiene, no contiene, explota. El negro del mar, el negro del no titubeo, del golpe. Yo negro. Mi herencia. Mi raíz, la quieren erradicar, silencio… silencio, silencio, que el ogro no se vaya a despertar. No hay nada de que huir, al fin y al cabo el único destino certero es el de morir, que será justo a tiempo y será preciso porque es una sorpresa. Lo irreparable existe tal como cada pómulo de puntiagudas esquinas, frenéticas luces desamparadas junto al charco que se llena de la sangre del único suicida que se lanzó del faro que construyeron para que suban los turistas ¿qué turistas? Acá solo venimos unas cuantas sanguijuelas a seguir chupando lo poco que le queda a los edificios, al parque, a las calles de Buenaventura, con la intensión de construir para provocar. Construir para conmover. Construir para evitar. Construir para experimentar.
Con unos vidrios negros esconde su obra negra, su obra negra que trae hambre. Miseria. Delincuencia. Delincuencia que nombran como San Yu.
¡Y sí! Dejándome llevar mentalmente por el mar, en el muro donde algún día construirán un malecón, me despiertan. Y me traen a la realidad unas alimañas blancas, pertenecientes a una barra brava, salidas de una alcantarilla. Que me hicieron daño. Alimañas. Isla de basura. Cadáveres flotantes. Mierda y más mierda. Los semáforos no sirven. Ni uno sólo. ¿Cuánta plata se llevaron los hijoeputas con ese negocio?
Cuchillada certera a la sonrisa, que trajo a la oscuridad sin mediar palabra. Decidí correr pero no avancé. Decidí gritar pero no podía. Estaba paralizado como si el destino quisiera que yo viera mi muerte. Sujeta mi mano si alguna vez la encuentras flotando en esta agua de inmundicia, guarda mi calor, que ahora es frío.
Sobrio por encima de tranquilizar, liviano a merced del agua, pensamiento en blanco. Todo está hasta que el agua grite suspendida a través del agua traición, torcedura, pisoteo, suspensión; no hay puerto, caída de sol, futuro sobre la ciudad, marginado, mejor conocido como primer barrio, una tarde que salgo a tomar después de siete lunas, sin embargo, el mar se agita en chuspas negras.
He fracasado todo el tiempo, qué pierdo cuando pierdo el inmenso azul, saltar, saltar, ¿saltar sin subir? Oscuridad infinita, recuerdos anhelados, otros…
No hay horizonte alguno, el miedo a permanecer.
El gallinazo, guardián de los abismos de la ola, rumor de pasos, lo que el olvido oculta, miedo a que la sal se coma mi casa, derrame de madera mojada, presentimientos que se devoran mis sueños.
Cotinga azul, carpintero de antifaz, tucán del Pacífico, ninfa coronada, ermitaño barbudo, Martín pescador matraquero, oropéndola del Chocó, carriquí pechiblanco , trepatroncos lacrimoso, barranquero piquigrueso, pelícano pardo, colibrí verdemar, caracolero, cangrejero grande, mielero verde, rey de los gallinazos, toche enjalmado, zarcerito cabeciamarillo, pato sirirí, aguililla plomiza, tangará alirrufa, suelda crestinegra , torito, garcilla rosada, piranga abejera, chorlo de las rompientes, curruca tropical, trogón coliblanco, chamicero barbiamarillo, garcita de sol, aguililla tijereta, gaviotín real, mielero patirrojo, bobo coronado, halcón reidor, tiranuelo capirotado, oropéndola castaña, piquero pardo, piquero pardo, hormiguerito del Pacífico, traigan volando un poco de sosiego pa’ esta tierra. Y un poco de pan.
Nebulosa, recuerdos, devorar, simulacro, rabia, nada, lunas, reinos, oscuridad, agitación, crisálida, jaibas, cangrejos, putrefacción, gritos desconsolados rumor de marimba, pierdo mis palabras, ya no son mías, la lluvia de todo el día, noche sin sal, abro la boca, abismos, marea picada, sollozo de los que no saben nadar.
Manos con olor a pescado, azul, marrón, no pasa el tiempo en la tez negra, culos y tetas, el incesante temblor en las piernas, la apatía en la noche terrible.
Lanzar los dados y por encima se revela la antipatía, intersticio, inasible, extrañable, recovecos, caderas, mami usté relájese, déjese atender, porque una tirada de dados nunca abolirá el azar, ¿m’entiende, mami? Nunca. Nunca, aunque lanzada en circunstancias eternas desde el fondo de un naufragio, ya sea que el abismo blanqueado, quieto, furioso, bajo una inclinación plana, desesperadamente, de ala, la suya vuelta a caer de antemano por una dificultad para enderezar el vuelo, y cubriendo los brotes, cortando al ras los saltos muy en el interior resume la sombra hundida en la profundidad por esa vela alternativa hasta adaptar a la envergadura, su boquiabierta profundidad en tanto que el casco de un navío se inclina hacia una u otra borda. El patrón fuera de antiguos cálculos en que la maniobra con la edad olvidada, surgido, infiriendo, antaño empuñaba la barra de esta conflagración a sus pies del horizonte unánime que se prepara, se agita y mezcla en el puño que lo apretaría como se amenaza a un destino y los vientos, el único número que no puede ser otro espíritu para lanzarlo en la tempestad, replegar su división y pasar orgulloso, vacila, cadáver por el brazo separado del secreto que detenta antes que jugar como maníaco canoso la partida en nombre de las olas e invada al jefe, fluya como barba sumisa, naufrague eso directo del hombre sin nave, en cualquier sitio, ancestralmente para no abrir la mano crispada más allá de la inútil cabeza, legado en la desaparición al alguien ambiguo, el ulterior demonio inmemorial habitante de comarcas nulas, inducido al viejo hacia esa conjunción suprema con la probabilidad, aquél, su sombra pueril acariciada y pulida y devuelta y lavada y suavizada por la ola y sustraída a los duros huesos perdidos entre las tablas, nacido de un retozar con el mar por el abuelo tentando, o el abuelo contra el mar una oportunidad ociosa, esponsales cuyo velo de ilusión refleja su obsesión, así como el fantasma de un gesto titubeará, encallará, locura, abolirá como si una insinuación simple al silencio enroscada con ironía, o el misterio precipitado, aullado en algún cercano torbellino de hilaridad y de horror revolotea alrededor del remolino sin alfombrarlo ni huir, y le acuna el virgen índice como la pluma solitaria extraviada, salvo que la encuentre o la roce una toca de medianoche e inmovilice en el terciopelo arrugado por una carcajada sombría, esa blancura rígida, irrisoria, en oposición al cielo, demasiado para no marcar exiguamente cualquier príncipe amargo, con el escollo se lo encasqueta como lo heroico, irresistible, pero contenido por su pequeña razón viril, fulminante, preocupado, expiatorio y púber, mudo reír que el lúcido y señorial copete de vértigo en la frente invisible centellea, luego cubre de sombra una estatura amable, tenebrosa, de pie en su torsión de sirena, tiempo de abofetear con impacientes escamas últimas bifurcadas a una roca, falsa morada
enseguida evaporado en brumas que impuso un mojón al infinito; si nacido estelar existiera, comenzara y cesara, se cifrara e iluminara, y cayera la pluma rítmica suspensa de lo siniestro y sepultarse en las espumas originales no hace mucho de donde sobresaltó su delirio hasta una cima marchita por la neutralidad idéntica del remolino, sería de otro modo que como alucinación dispersa de agonía, brotando aunque negado y cerrado aparecido al fin por alguna profusión diseminada como rareza, evidencia de la suma por poco que una peor, no más ni menos indiferentemente pero tanto como el azar era el número, nada de la memorable crisis si no se hubiera el acontecimiento llevado a cabo con vistas a todo resultado nulo, humano, habrá tenido lugar, sino el lugar una elevación corriente vierte la ausencia inferior chapoteo cualquiera como para dispersar el acto vacío abruptamente, que si no, por su mentira hubiera fundado la perdición en esos parajes del baldío en que toda realidad se disuelve, excepto quizás, en la gran altitud, tan lejos como un sitio fusiona con más allá fuera del interés en cuanto a él señalado en general según tal oblicuidad por tal declividad de fuegos hacia el deber ser, el Septentrión también Norte, fría de olvido y de obsolescencia, no tanto que no enumere sobre alguna superficie vacante y superior el choque sucesivo sideralmente de una cuenta total en formación velando, dudando, rodando, brillando y meditando antes de detenerse en algún punto último que la consagre; así, todo pensamiento emite una tirada de dados, una constelación. Porque nunca hubo después, el pa’ rato se fregó el día. Recuerdos que no recupero, transparente, opaco, plástico, que le dio de mamar grandes a sus hijos blancos.
Quisiera ser más negra y tener la bemba más grande.
El recuerdo de la podredumbre, vinagre, meada con gasolina, modorra con sal, caja de crustáceos, mangle poderoso. La posteridad, la metáfora, la desidia, la tortura, lo fútil. Yuxtaposición. Rumor de huesos en el aire, simulacro de tierra firme, hueco lleno de ceniza húmeda, recoveco lleno de canciones. El incesante vacío en el vientre. El incontrolable temblor en los pies. Una vieja ciudad gris, vieja y hostil a mercé del viento, a mercé del agua, de canciones, de risas de caderas, de la basura, containers chinos de desconsuelo, de gente, Dios los tenga en su santa gloria y brille para él una esperanza ahogada, descuartizada, siniestra.
La zorra de la honestidad borrando el reino de oscuridad. Y así Caronte arrastra un buque de containers, el azul menos pálido, menos atardece, más en la hora, menos azul. El día se apaga en azul brillante; el mendigo que pasase quedaría pasmado si me conociera.
Caminar por el cuerpo del hotel más mío que el rumor que aplasta el pensamiento y me socava en círculos, como ave sin voz, sin piernas. Inmersión, memoria, múltiples cavidades, desaparición, casas flotantes, al borde del naufragio donde el sol no calienta, espaldas de esclavos latigueados.
Sequía. Sequía. Sequía.
Orilla de malecón mirando a lo lejos un mar distante, ausente, fuerza, mar rizado, churco, churquitos, malo, fuerte, sudor, mirada ancestral. Que las moscas inoculen sus larvas y tapicen mis venas. Para pegar un grito, hacer un baile en la noche. Un baile loco de lobizón. Limbo simbólico del sentido del sinsentido, metal, aluminio, espuma, petróleo, enigmas categóricos, torpeza de oscuridad, caracolitas en un palo donde nacen antorchas. Soy tan conquistador. Tan buena onda, suelo movedizo, llegó la hora de saltar, saltar, saltar, saltar entre miles de jaibas y cangrejos. Miles de cangrejos de desechos tóxicos, caldo de cultivo, noche de todos los colores desechos, multiplicados de peste, ira descomunal. Agua estancada, nunca te bañas en el mismo río, Guayas, Arzobispo, Mendoza, Mojahuevo, Biobio, Magdalena. Miles de jaibas y cangrejos como ola de putrefacción que lo cubre todo…
Es el pensamiento en blanco. O te despiertas o te ahogas. Límites absurdos, límites imaginarios, límites obsesivos, cinismo. En lo único que puede soñar convertirse una ola es en jugo putrefacto de escoria. Mismo jugo que hace crecer el sauco. Toda inmundicia lleva consigo la vida y el sueño.
No corras, no corras, vos verás, ándate, que gallina de casa no corre lejos.
El mar es la espera, la despedida la añoranza, El mar es un suspiro suspendido, una promesa rota y ultrajada, con el desamor pintado en la sonrisa. El mar es un ave muerta flotando en la memoria. Es el vaivén del tiempo en la mirada de los muertos, la sirena es el aullido de los buques, escupitajos desdeñosos venidos de las fauces de un gran monstruo. El mar es la tortuga que sostiene las pisadas sin huellas de los que nunca debieron partir. Se escucha el ruido lejano de voces que exclaman gol, pero al mar no le importa, pues el mar es una playa que no existe. Olas mutiladas, escondite del ansia hecha canoa.
Bestias dormitando en el bochorno, la sonrisa de un niño que nada entre cadáveres, mirada del enamorado traicionado, mirada seca del esclavo.
El mar que te atrae el mar que te repele, ¡son los mismos! Se repiten como huellas que dejan las olas en la arena. ¡Ah, cierto!, aquí no hay arena, sólo espacio para orines, icopor y zapatos que el mar le roba a los invasores, es decir, nosotros, los humanos. Este clima me desnuda, me infecta, me irrita, me excita, me enferma, me sacude y lastima. Aquí no sabes qué te vas a encontrar. “Yo te lo digo, que el que no se arriesga no consigue nada”; vivir del destino no es fácil porque corro para el otro lado. No corras, no corras, no corras.
Me sumerjo en el mar y me llega. Es como si anduviera de boca en boca, de suegra en suegra. Con el olor a podrido de las jaibas que vienen prendidas en este costal. Y allá al fondo, bajo la ciudad existen unos caminos de madera que comunican casas, cuerpos, pasiones, comidas, sonrisas... qué comerán, qué soñarán. Acapulco en Colombia. Acapulco y su violencia. ¿Violencia? En Sanyú no hay violencia, hay memoria, hay origen. Acapulco en Buenaventura.
Me pego, me adhiero, no hay coraza, no hay escamas. Soy animal rocoso, carnoso.
El oleaje suave y silencioso que intenta arrastrar mi cuerpo como el de la madera mojada, despojo de vestigios invisibles perdidos en el tiempo, hacinados en el fango de la orilla. La piel color madera se metamorfosea en el oleaje.
Pequeñas púas dérmicas. Somos uno sólo, un solo cuerpo. Monstruo milenario.
Madera hedionda, hedionda, mojada, húmeda, fangosa, desecho del hogar de muchos. Toc, toc, toc, toc. ¿Quién es? Pues Caronte, el pejesapo, pa’ lo que guste mandar.
Besos que se pierden como maderas flotantes en el mar. Madera que me engaña haciéndome creer que está podrida. Madera que me sirve de puente que atravieso con miedo Y de vez en cuando tiemblo. Madera que sostiene esta tierra de negrura, una negrura bella que siento en las caderas.
Mi madre viene a verme. Me llevo 10 litros de viche en botellas de gaseosa. Alguien que me gusta me mira, tengo un sombrero para protegerme, ayer no fue fácil convivir con su mirada, cada vez esos deseos de tsunami de muerte por asfixia me asfixian. No quiero recordarte después de muerto, quiero sólo convivir contigo. No quiero recordar lo que hicimos, quiero sólo estar caminando contigo, sólo quiero sentirte aquí, quiero estar acariciándote y hacerte sonreír. No quiero ver tus dibujos, quiero verte trazar cada línea, quiero verte esforzar tus ojos, quiero mojarme contigo, sentir el agua corriendo en mi piel, que sea la misma que corre por la tuya. La brisa llega a nuestro ser y nos roza como la más sensual caricia, sube la temperatura hasta el punto de querernos desnudar, entrelazarnos, saciarnos, desdoblarnos, queremos lamernos en busca de ese preciado líquido que nos bajará la temperatura, porque no hay nada que nos separe, somos curvas, me matas de a poco con tu derecha irreparable, con tu izquierda repentina y con tu mirada en guillotina; porque somos negros, pieles perfectas, colores constantes, expresiones escondidas que emergen gracias a la confianza espontánea, acentos alegres que amenizan la charla y enriquecen el encuentro con una sutil arrechera.
Aunque te tengo miedo, asepsia, con tu arena movediza, quiero entrar en ti, espalda esculpida por pianguas. Me fijo en tu corporalidad, quiero ser tu conquistador, porque cuando soy muerte, eres vida hecha lágrimas detrás de una baranda. Bienaventurados entonces los que lloramos, pues alguna vez encontraremos consuelo.
El mar se lo lleva todo. Incierto. Peligroso, oscuridad temida. Bestias. Bestias marinas esperando mi carne. Me ahogo. Me muero. Me lanzo sin repudios. Sin esperanzas de nada. Abismo. Garganta, ¡di mi nombre! Y saluda a los que mueren ahogados. Di mi nombre para que pueda llamarte por el tuyo. Para que cuando la marea baje y podamos vislumbrar lo imaginado, reconozcamos nuestros pedazos, renombrándolos, imaginando lo que pudo haber sido, juntos, en esta noche de reflujo. ¡Di mi nombre! Y el tuyo, para que puedan llamarnos cuando el olvido pase".

Buenaventura, 4 y 5 de Junio de 2016.

ATLAS PROVISORIO DE BUENAVENTURA

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ATLAS PROVISORIO DE BUENAVENTURA

Ficha técnica

Intérpretes
JUAN CARLOS ANGULO
DALIA ALAVA
FRANCISCO ARRIETA
JHONATAN CÁRDENAS
ANGIE CARDONA
ANIA CARRILLO
JHONNIE CASTILLO
TATIANNA CASTILLO
CATALINA CONTRERAS
PAOLA CORREA
ALEJANDRO DÍAZ
MELISSA DURANGO GÓNGORA
EMILIO GARCÍA WEHBI
EMMANUEL GONZÁLEZ QUINTERO
CHRISTIAN GUERRERO
ANGELA MARCIALES
OSCAR ORJUELA
IVONNE NATALIA PEÑA
TATIANA PASTRANA
ALEJANDRO PENAGOS
BÁRBARA POHLENZ
IRENE RODRÍGUEZ
MARÍA ROJAS
TATIANA UGALDE
JAVIER VAQUERO

Producción
MAESTRÍA INTERDISCIPLINAR EN TEATRO Y ARTES VIVAS - UNAL

Dirección
EMILIO GARCÍA WEHBI

Experimenta Sur / Universidad Nacional de Colombia / Universidad del Valle; costa del Pacífico colombiano, Buenaventura, Colombia 2016.